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Micaela y el punitivismo mediático

Por Úrsula Asta (*) Esta mañana con mucha angustia informábamos radialmente que seguíamos buscando a Micaela García. No pasó media hora, cuando un titular en la televisión señaló que apareció su cuerpo. Y antes de decir nada, nos encontramos chequeando una y otra vez la información antes de brindarla al aire en Radio Gráfica.

Finalmente, el desenlace más triste, que la razón tal vez ya preveía, pero que el hecho de sentir carne cada una de las búsquedas de estas chicas, mujeres como nosotras, impiden frenar la desazón de la noticia de la muerte. Y así debe ser.

Hemos manifestado, aunque nunca es suficiente, la simbología que se hace ante los casos de chicas asesinadas por ser mujeres. Melina Romero era una fanática de los boliches, alguna otra usaba pollera corta, se maquillaba mucho… Nuestras prácticas personales y sociales -si salimos, si no, si nos gustan las mujeres o los varones, si salimos con uno o con muchos, si usamos determinada ropa, si estudiamos, si mostramos impoluto heroísmo antes de ser asesinadas, si llegamos hasta la casa de nuestro victimario por nuestra cuenta o si viajamos solas – harán o no de nosotras, las culpables de nuestra propia muerte. Se justificará o no, a partir de un entramado de valoraciones patriarcales, si merecíamos o no morir.

Pero estas líneas, y a partir de la estigmatización y violencia sobre nosotras mismas, convocan aquí a una reflexión en otro sentido. O en el mismo. Atención con los discursos del punitivismo mediático, atención con el señalamiento y el linchamiento público. Atención con el pedido de eliminación de garantías constitucionales, porque podemos estar cayendo en saco de costal ajeno.

Los discursos del enemigo, de la doctrina de seguridad nacional y de la tolerancia cero, se escabullen allí donde a veces no lo notamos. Y terminamos en las redes del sentido común más peligroso que llama a legalizar la mano dura. Que ya impuesta, tiene un público destinatario concreto.

Las relaciones de poder que impone el patriarcado son esas mismas que atraviesan el modo de producción capitalista. Patriarcado y capitalismo van de la mano, imponen relaciones poder que violentan los cuerpos humanos y las mayorías son expulsadas. Por esa razón, la violencia hacia nosotras no es una isla, y los discursos de la demagogia punitiva deben encontrarnos en la vereda de enfrente, con organización.

La violencia que emana de estos sistemas de producción crean para nosotras un estado de excepción, que no lo soluciona el sistema penal. Porque nunca lo ha hecho. Mayores penas, menos garantías, más personas presas no han logrado resolver aún el problema del delito.

Estos mecanismos de demagogia punitiva, observamos, son fomentados públicamente por toda una industria cultural y medios de comunicación al servicio de las clases dominantes. Entremezclados con procesos de precarización laboral, de generalización de la competencia, de la concepción individual propiciada por el mercado.

A la violencia, organización, políticas públicas, educación sexual, redes territoriales. ¡Ni una menos, vivas nos queremos!

(*) Conductora de Feos, Sucios y Malas, por Radio Gráfica (sábados de 10 a 12 hs)

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