Documentos

Aportes para el debate entre nosotros y con las organizaciones amigas

Acercamos estas líneas con el objetivo de construir un marco de análisis común con compañeros y organizaciones del campo popular de cara a enfrentar de forma positiva el año que se abre.

“En realidad la relación nacional es el resultado de una combinación original, única (…) que debe ser comprendida en esta originalidad y unicidad si se desea dominarla y dirigirla. Es cierto que el desarrollo se cumple en la dirección del internacionalismo, pero el punto de partida es nacional y de aquí se debe partir”. A. Gramsci

 

Tres son los temas que ocupan la agenda de las últimas semanas y que, según parece, se proyectarán con fuerza a lo largo del año: Malvinas, megaminería y conflicto gremial.

 

El conflicto gremial

Es bueno hacer dos precisiones. La primera, que el orden en que recién presentamos estos temas hace a su dimensión estratégica, pero no a su importancia inmediata. Si fuera así el orden sería exactamente el inverso, por dos razones: una, por la capacidad de acción política eficiente sobre cada uno de estos temas, la capacidad de organizar a las masas en torno a ellos y el grado de conflicto que generan de cara al poder en la coyuntura; y dos, porque es indudable que el conflicto gremial será la agenda cotidiana e inmediata de las más amplias masas populares trabajadoras a lo largo de 2012.

La segunda precisión es que cada uno de estos conflictos no puede ser aislado a su mínima expresión. El conflicto gremial no es sólo conflicto gremial. Es una disputa de poder entre clases, una disputa acerca de cómo se organiza políticamente la pirámide social argentina y cuál es el rol de los trabajadores en ella. Cómo el lugar de los trabajadores se manifiesta en poder político en los campos de la legislación, la pelea por el modelo de país, por la limitación de la plusvalía y por la capacidad de la clase obrera organizada de que sus representaciones (desde la CGT hasta las comisiones internas combativas) discutan a la burguesía la administración económica.

En definitiva lo que se discute hoy es la orientación de la administración del país en épocas de “ajuste fino”, cuando el “derrame” de la mesa de la burguesía no alcanza para expandir los ingresos de los asalariados. Aquí se irán definiendo los campos y veremos, en la práctica, qué significa la afirmación de Cristina Fernández cuando pone bien en claro que “no es revolucionaria” (en el lenguaje local: no es reformista).

Según se perfila, este conflicto también será una “interna peronista”. Pareciera que al menos desde los noventas, con la incorporación de todo el abanico conservador y derechista al justicialismo (no porque antes no hubiera derecha peronista propia, sino porque la derecha antiperonista pasó a revistar en las filas del movimiento a partir de Menem), y luego desde el post 2001, cuando una parte importante del “progresismo” no peronista también se “peronizó” (o, más bien se kirchnerizó o transvesalizó), el espectro político nacional significativo resuelve todo en el terreno del “peronismo”. Algo así como si ser peronista fuera ser argentino. O sea nada, políticamente hablando.

Merece una precisión esta idea, y es que sin duda lo que no existe en forma significativa es una izquierda y menos aún sectores revolucionarios con algún peso a nivel político. Sí existe oposición política (una parte también peronista, como Pino Solanas o Víctor De Gennaro), pero la mayoría es oposición por derecha y sólo aglutina sectores recalcitrantemente gorilas sin inserción (su base en la burguesía agraria se disolvió rápidamente ante la incapacidad política de la oposición). Y aún esta derecha anti K incluye importantes referentes que se manifiestan peronistas o tienen ese origen.

Por eso aparece Moyano con una fuerza sorprendente en la discusión tiñendo el panorama político. Ojo no debemos confundirnos, Moyano no se cansará de afirmar que discute desde adentro y desde el verdadero peronismo (el verdadero peronismo de los sindicatos). Si esperamos que sea el aglutinador de algún movimiento político de liberación nacional nos equivocamos. Pero no podemos descartar (y por qué no, luchar para que) desde el moyanismo salga algún tipo de programa verdaderamente reformista o nacionalista (o que esta posibilidad se abra desde el espacio de confrontación que puede surgir, para ser más precisos).

Un programa, por ejemplo con elementos de nacionalismo económico (megaminería, petróleo, artículo 40 de la Constitución del 49) y justicia social (leyes que garanticen la estabilidad a los trabajadores, que distribuyan la riqueza, les permitan el control de la contabilidad empresaria; leyes contra la tercerización, el trabajo precario y por la defensa de sus delegados), puede ser útil para correr la frontera entre clases para este lado y dar aire a los más consecuentes luchadores. Incluso las dos reivindicaciones con más aristas para discutir, como los fondos de las obras sociales y los diputados y funcionarios sindicales, no son negativas. Las obras sociales (bien administradas, reguladas y en manos obreras) son una enorme conquista argentina. Y el reclamo “peronista” de un tercio de diputados sindicales, es criticable porque la burocracia es una capa autónoma (en parte y no totalmente) de sus bases, y porque sólo se aplica a peronistas, pero también significó un avance del movimiento obrero en su momento. Piumato ya habló de nacionalización del petróleo y Schmidt de los 26 puntos de la CGT.

Debemos pensar también que en todos los conflictos sociales hay por lo menos dos actores: ¿Qué hará el kirchnerismo? Que demostró hasta hoy una capacidad de “hacer política” en la coyuntura muy hábil. Lo mismo para otros sectores populares (la izquierda tradicional, el reformismo) y de derecha (que parecen seguir desorientados, quizás por ausencia de una base social económica y estructuralmente, significativa). Algunos de estos temas nos exceden los objetivos de este documento; lo que sí nos implica es que éste será en el principal escenario de conflicto social donde podemos crecer significativamente si pretendemos crear una fuerza política. Y este año el ordenador del conflicto será la lucha sindical, allí podemos estar, relacionarnos con militantes y referentes, aportar al crecimiento de una corriente combativa y consecuente.

En este sentido, como dijimos más arriba, esto estará teñido por el “peronismo” del discurso de los dirigentes (y de la identidad de las bases). Por eso allí debemos buscar los “núcleos de buen sentido” en el sentido común peronista: nacionalismo, obrerismo y justicia social. El tema es no ser marginales desde el purismo sin comprender los grises de la lucha de clases concreta en nuestro país, ni caer en el seguidismo de una dirección que sabemos será claudicante en momentos medianamente complicados para el sistema. Pero no olvidemos que el moyanismo enfrentó al menemismo y que muchos luchadores se verán atraídos por sus atisbos de resistencia (y quizás su real resistencia al ajuste).

Nunca está demás aclarar, frente a posibles acusaciones o dudas, que nosotros no “depositamos expectativas en Moyano” (estuvo claro el 20 de diciembre de 2001, cuando desmovilizó), sino que observamos que este dirigente tiene predicamento entre los trabajadores y una metodología que es favorable a la movilización en esta coyuntura. Algunos acusan a Moyano de “haber sido de la juventud sindical”, y eso es una acusación tonta para quien ha creado nuevamente una agrupación que se llama “juventud sindical”. Pero vale la pena recordar que la JSP de los setentas surgió principalmente para combatir a la izquierda peronista, que lo hizo en nombre de la patria peronista contra la patria socialista y del encuadramiento burocrático contra la agitación de las bases, y fue sin dudas un responsable fundamental de las muertes en Ezeiza. En ese conflicto algunos miembros de la JSP pegaron el salto y pasaron a las AAA, pero allí ya no estaban encuadrados en la CGT. Si nosotros leemos algunas declaraciones de Moyano veremos que nuevamente éste expresa a la “patria peronista” (por ejemplo sus críticas a la estatización de SIDOR por parte de Chávez), pero esta vez no contra la “patria socialista” sino contra la “patria kirchnerista”. Los tiempos son otros y asumimos que la patria kirchnerista basada en el modelo extractivista no es un proyecto defendible.

Por último lo que vemos es una fractura clara en la burocracia, y esta fractura también abrirá terreno a los luchadores obreros para construir organización sin tener que enfrentar a una burocracia monolítica: valiéndose de las disputas por arriba quizás se puedan correr las fronteras por abajo a favor de los grupos más democráticos y combativos. Para nosotros disputar a la burocracia en bloque el poder de los sindicatos es un error que conduce a la intrascendencia, y significa no entender que la burocracia es muy fuerte no sólo por sus matones sino porque en parte (y una parte) es representativa y en otra parte sabe construir sus consensos, trabajando sobre los sectores más retrasados de la clase (si no, cómo entender el triunfo de la lista de Pedraza en el Roca estando éste preso por el asesinato de Mariano Ferreyra).

 

La lucha contra la megaminería

El segundo tema es la minería, que indudablemente está en la agenda de los gobiernos neoliberales desde el menemismo y no ha cambiado con el actual gobierno. Si bien los economistas dicen que la cuestión de la explotación minera no está entre las grandes fuentes de divisas de este modelo, al menos en comparación con la soja y el petróleo, sin duda lo está entre las grandes líneas del capitalismo monopólico mundial (extractivismo, saqueo, conquista militar). Justamente el acotamiento del tema a la cuestión local y ambiental le hace perder gran parte de su proyección estratégica. No es la “minería” el tema, sino el saqueo de las riquezas del suelo por las multinacionales y sus socios locales, su exportación sin que aporten en nada al desarrollo del país.

El problema de la minería se manifiesta hoy por dos motivos. El primero, que las empresas que llevan a cabo la explotación lo hacen de forma que a simple vista altera el paisaje en forma brutal, negativa e irreversible: desvían ríos en lugares de agua escasa, destruyen glaciares, hacen desaparecer montañas, dejan lagos de agua contaminada enormes, etc. Éste es el plano ecológico ambiental, el más propagandizado, al que hay que retomar por su fuerza para sumar voluntades a nivel masas ante la brutalidad de la minería a cielo abierto, pero destacando que el problema no se agota en la cuestión de la contaminación. Porque si aun la empresa decide cambiar el método, asumir su “responsabilidad social empresaria” y dejar de contaminar o destrozar el paisaje, el problema no se acaba.

El segundo motivo, al que nos da pie lo anterior, es que se abre paso una conciencia de que estamos desaprovechando nuestros propios recursos: vienen empresas extranjeras, dinamitan una montaña, apenas dan trabajo a unas decenas de personas y sólo enriquecen a algunos políticos y muy pocos empresarios. Después se llevan todos los minerales sin elaborar (montaña demolida, decantación por canal, tren, puerto y a otro país a ser manufacturado) a cambio de regalías de apenas el 1 o el 3%!

La minería sólo es útil si se encuentra dentro de un plan nacional de desarrollo donde los minerales explotados sean parte de una cadena de elaboración de productos a nivel local, y que el resultado sea positivo para todos. Pero no sólo la idea de extractivismo es la que debemos combatir. Debemos ampliar el tema y relacionarlo con nuestro “eterno lugar” como proveedores de productos primarios. No es cuestión de que el Estado explote los productos y se quede con la ganancia si la Argentina sigue teniendo el mismo lugar de exportador de productos primarios (aclaramos que no descartamos la exportación de productos primarios que nos puedan proveer de recursos, pero dentro de un plan nacional de crecimiento, en particular de los recursos agrarios, renovables o muy abundantes). Por eso en primer lugar entra la cuestión del petróleo y el gas, grandes empresas del Estado regaladas durante el menemismo que han sido “usadas” hasta el agotamiento por el capital extranjero (y “nacional” también: solo miremos los ferrocarriles). Debemos propagandizar la necesidad de la estatización y la necesidad de que la explotación de ese tipo de recursos no pueda ser enajenada por ningún gobierno. Petróleo y gas barato para todos, administrados para preservar nuestra riqueza y no para enriquecer otros países. Sin dudas el modelo extractivista y primario exportador nos conduce al tema del agro. No pueden ser las reglas del mercado mundial las que orienten el tipo de productos que se siembran en nuestro país. Nuevamente debe ser el Estado el que regule todo el sistema y termine con los grupos que hoy controlan el comercio de nuestros productos y “oprimen” a los productores. Una especie de IAPI y algún tipo de reforma agraria urge en nuestro país.

Este tema si bien es conocido hoy por todos gracias a la propaganda que ha tenido, no parece entrar entre las prioridades de ninguna construcción de base. Es lógico, ya que las construcciones de base están atadas a sus reivindicaciones inmediatas. Pero tenemos un ejemplo que sí nos sirve y debemos tender a generalizar. La idea del “ferrocarril para todos” con estatización propuesta por los trabajadores ferroviarios, es más que una consigna: es un método de trabajo que liga las reivindicaciones inmediatas con un programa estratégico nacional que una a otros sectores populares, rompiendo una de las limitaciones que muchas veces manifiesta el clasismo y la política sindical de la izquierda en general. Otro punto es que la estatización debe ser “de nuevo tipo”, con algún tipo de gestión compartida con los trabajadores, evitando así la discrecionalidad de los gobiernos que llevó a que sea el mismo Estado el que destruyó sus propias empresas llevándolas a la privatización.

Este año seguramente será el “año de la minería” en lo que hace a activación de la conciencia popular sobre el tema, ahí debemos estar vinculando la cuestión del saqueo con la cuestión de la soberanía y la necesidad de un gobierno que exprese los intereses de los trabajadores. Remarcando que los intereses obreros y populares son los intereses nacionales, y no sólo los de la lucha inmediata. O mejor dicho, marcando la vinculación entre ambos. Como dijimos la política del ferrocarril llevada adelante por los trabajadores del Sarmiento va en este sentido: en cada agrupación de trabajadores debe estar la proyección de una política nacional y de gestión obrera que debe empezar por su rama de producción.

También aquí, en el tema minero, se verán los “límites” del kirchnerismo y la naturaleza del modelo. Lo que algunos compañeros K marcaban como “los debes del proyecto” o que encuadraban en el “vamos por más” de desnudarán como estructurales al proyecto si, como es previsible, sólo veremos retoques macroeconómicos y algunas intervenciones gubernamentales en las variables del mercado.

 

Malvinas

Primero debemos destacar que la importancia de las islas excede con mucho sus km2 o su ubicación en un rincón del mapa: las islas controlan enormes superficies marinas de plataforma continental, los pasos interoceánicos y el mar Argentino, el Mar de Scotia y el Mar de Wedell, con un millón de km2 antárticos. Así, las Malvinas aparecen hoy nuevamente en la agenda. El gobierno cambió los aspectos más degradantes de la política menemista y ya no se colabora abiertamente con los colonialistas (política de “relaciones carnales” menemista) ni se facilita la vida en la colonia tanto como hace 10 años, pero la política argentina sigue siendo simbólica y en parte ingenua.

Como en todos los conflictos hay por lo menos dos partes, y en éste no debemos perder de vista al actor inglés que, quizás para sorpresa del gobierno, sabiendo de nuestra incapacidad para amenazar en forma eficiente (no sólo en el terreno militar sino también en el diplomático) tomó el tema elevando la apuesta. Usándolo tanto para su frente interno como para el internacional (militar y diplomático), y el económico, dejando al desnudo nuestra absoluta debilidad más allá de la solidaridad (hasta ahora sólo diplomática) de Latinoamérica. Decimos sólo diplomática porque como todos sabemos (inclusive nuestro gobierno y los gobiernos imperialistas) el voto en la ONU es simbólico y la negativa a recibir buques con la bandera de falklands es sólo constatar que no existe ninguna entidad de tal nombre reconocida internacionalmente. Pero los buques británicos sí pueden ir y los de cualquier otra bandera también pueden abastecerse, comerciar y demás, en puertos sudamericanos.

En este tema entonces podemos intervenir desde dos planos: uno el económico, y otro el de la dignidad e identidad nacional. El primero implica los millones de km2 que se controlan desde la islas con sus riquezas y proyección geopolítica (pronto de nuestros derechos en las islas dependerán nuestros derechos en la Antártida). Las Malvinas y todo el Atlántico Sur son hoy coto de saqueo extranjero, y se proyectan como un lugar que en el futuro tendrá aún más importancia. Por lo tanto no es sólo la cuestión de la dignidad nacional y la soberanía territorial lo que hace a la reivindicación de esos territorios, sino el freno del saqueo imperialista en la región, donde nuestra responsabilidad nacional es evidente. Allí entra la contradicción clave, ya que ese saqueo se desarrolla de la misma manera (o parecida) en nuestro territorio continental.

No debemos igual caer sólo en cuestiones economicistas (todo es negocio en lo inmediato) o en un reduccionismo clasista (los proletarios no tienen patria). Recordemos que la política colonialista de las principales potencias imperialistas es una forma fundamental y exacerbada de capitalismo y una forma en la que se manifiesta la política de las clases dominantes a nivel mundial. Distraer al pueblo de cuestiones inmediatas más acuciantes con el tema Malvinas como plantean algunos, sólo es aplicable en parte al lado británico, ya que el gobierno argentino no hizo demasiado. En realidad lo poco que hizo fue deshacer algunas muy indignantes políticas del menemismo en sus aspectos más públicamente genuflexos; cualquier gobierno hubiera hecho por lo menos eso. Y como es el “estilo K”, realizar puestas en escena destinadas a ocupar las tapas de los diarios y minutos en los noticieros.

Los que sí están subiendo la apuesta son los británicos, y lo hacen pensando en su crisis, en su futuro como sistema más allá de los próximos años. Ellos actúan para las próximas décadas (cosa que nosotros no hacemos en ningún plano), en la proyección en el mundo como estado y en la posible utilidad de la región ocupada como fuente de riquezas. Se puede pensar que las grandes empresas ya tienen acceso a nuestra riqueza en el continente, y eso es un error, ya que en el continente las empresas británicas deben negociar con otras empresas extranjeras y con los políticos locales (y su inestabilidad), y además el Estado inglés no corta su tajada en forma directa.

Por otro lado las naciones débiles, dependientes, saqueadas o coloniales tienen intereses como nación y sus clases obreras y populares deben manifestar una política como clase en el tema nacional. Por último la defensa de la soberanía territorial, sobre todo en cuestiones que hacen a naciones oprimidas contra opresoras y en territorios de importancia y riqueza, es tema destacado para las clases trabajadoras del mundo: la solidaridad es con la Argentina como nación más allá de su gobierno, contra Inglaterra como nación más allá de su gobierno. Argentina o Irán no son equivalentes a Inglaterra o los EEUU, más allá de las opiniones que tengamos de sus regímenes políticos. Y si consideramos que una escalada militar puede perjudicar a los trabajadores argentinos estamos equivocados, ya que esa posibilidad está muy lejos (de nuestra parte) en el corto o mediano plazo. Argentina es un estado completamente indefenso y crear algún tipo de fuerza que generara alguna idea de posibilidad militar de presión al enemigo es una tarea de varios años, y está fuera de las políticas del actual gobierno. En ese sentido realmente no podemos saber cuál sería la intención británica, porque el imperialismo ha demostrado no tener límites.

Aquí se ponen en el tapate dos cuestiones problemáticas: una, la necesidad de una fuerza armada capaz de inspirar algún respeto al enemigo externo y dos, el alineamiento de Argentina en el conflicto mundial entre occidente y el resto del mundo. El primer tema se asocia a cuestiones de política interna argentina más que a algún otro: qué consenso existe para equipar unas FFAA propias; qué tipo de fuerzas, con qué ideología, con qué enemigos y aliados, con qué base industrial y humana, con qué tecnología, etc. Nuestro problema respecto de las FFAA es que “el que se quema con leche ve una vaca y llora”. Pero sin duda la soberanía nacional (en todos los planos) y la diplomacia sin una base militar aceptable para un país como el nuestro, no existe salvo que sea súper timorata.

Aquí entra una cuestión de significación política y social interna: ¿Cuál es la doctrina militar que impulsa nuestro gobierno? Al menos en público, el gobierno se esfuerza en remarcar como virtud que no tenemos política militar en lo que hace a hipótesis de conflicto. Pero nosotros tenemos un conflicto (mucho más que una hipótesis en el Atlántico Sur). No parece ser la defensa de nuestras fuentes de riqueza frente a las apetencias imperialistas algo que preocupe al gobierno. No se ha realizado ningún tipo de equipamiento militar de cara a un hipotético conflicto con potencias extranjeras. ¿Qué se ha hecho en cuestiones de defensa? Uno, colaborar en “misiones de paz” de la ONU (evitamos emitir opinión sobre ello en este momento). Y dos, se ha sancionado una “ley antiterrorista”; no es necesario explicar lo que significa en nuestro mundo contemporáneo la “lucha contra el terrorismo”, lo conocemos bien: represión interna y colaboración con la intervención militar extranjera bajo excusa de DDHH (previo secuestro semántico del término) o narcotráfico, y lo que sea para (volvemos al mismo tema) saquear y controlar geopolíticamente países, recursos y regiones. Malvinas es un punto que desnuda de cara al pueblo en general que el conflicto es contra el imperialismo, en tanto política de los monopolios y de los principales estados capitalistas.

Una agudización de la disputa aunque sea diplomática de nuestra parte pero con agresividad inglesa de la otra nos coloca en la disyuntiva de la coherencia en nuestros aliados. Quiénes son los aliados británicos: EEUU, el resto de Europa, Israel y todos los satélites de occidente en el mundo. ¿Quiénes serían los nuestros? Es obvio que colocarían en un aprieto a la política de amistades argentinas en el mundo (que no son sólo ni principalmente el chavismo, como se “propagandiza” en las puestas en escena para entusiasmo progre). Por ejemplo, China manifestó su disposición para apoyar un bloqueo a las islas.

El tema Malvinas también marcará los límites de la unidad latinoamericana, en caso de que Inglaterra aumente sus apuestas. Y aunque nosotros estemos muy lejos de cualquier tipo de respuesta militar aunque sea disuasiva o simbólica, ¿nuestros gobiernos sudamericanos aumentarán con nosotros una ofensiva diplomática y económica? Brasil por ejemplo, ¿llamará a consulta al embajador Inglés? ¿Impedirá Uruguay que buques de cualquier bandera que vayan a Malvinas recalen en sus puertos? ¿Chile suspenderá el contacto desde Punta Arenas con las Islas? Dudoso. Aunque sin dudas sería una línea de acción que demostraría que la unidad latinoamericana va mas allá de los negocios y la estabilidad de sus clases políticas en el estado.

Por eso la campaña de incorporación de Argentina al ALBA es positiva, ya que ése es el único foro realmente progresista en nuestro continente y donde podemos esperar un apoyo real (pero sin duda no tiene la fuerza política necesaria aún para joder a los imperialistas, aunque quizás sí para influenciar en la región). Desde nuestro pequeño lugar debemos seguir recalcando que la soberanía es integral, que no se puede declamar por Malvinas mientras se entrega la cordillera o se es aliado extra OTAN. Para nuestro campo popular sería bueno (sin caer en una fijación “malvinista”) que cuando se abordan cuestiones militares, de injerencia extranjera, de presencia de bases militares y amenazas a otros países hermanos, se indique que Argentina tiene una parte estratégica de su territorio ocupada, en la que existe una base militar de la OTAN y que es una amenaza para toda la región.

En conclusión: Malvinas es un tema de atención, pese a que poco podemos influir desde una posición como la nuestra más allá de marcar la cuestión desde una posición antiimperialista y no ser pacifistas a ultranza. Debemos marcar las condiciones para el ejercicio de la soberanía de forma integral sobre el territorio de las Malvinas a los Andes, desde la Puna hasta la Antártida. Recuperar la Patria (y con ella las Malvinas) requiere recuperar la nación. Defender nuestra soberanía en las islas y en el continente contra la depredación y el saqueo imperialista.

Por último no debemos olvidar que dentro de poco se re discutirá el Tratado Antártico, quiénes tienen derechos, ejercen soberanía y a quiénes se autorizara a explotar las riquezas de la región. Y que nos encontramos en un conflicto mundial que muestra la voluntad de las principales potencias de hacer valer sus políticas mediante el uso de la fuerza militar, de mejorar su economía mediante la guerra y de conquistar recursos mediante la conquista. Insistimos no debemos ser pacifistas a ultranza, muchas veces ser “pacifista” oculta la falta de voluntad de resistir, y la resistencia es la base para construir una futura victoria.

Este año se cumple el 30 aniversario de la última guerra contra Inglaterra. ¿Cuál será la línea K respecto de la guerra? ¿Pedir perdón para mostrar al imperialismo que somos inofensivos y “recuperar la confianza” que unos militares “locos” nos hicieron perder? Pese a todo lo que se diga, Malvinas también demostró que los piratas no son invencibles; que una conducción militar improvisada, inepta, asesina de su propio pueblo causó enormes daños a una fuerza expedicionaria que reunía TODO lo que Inglaterra podía mandar a la guerra.

Estos tres temas: conflicto gremial, minería (incluyendo petróleo y gas) y Malvinas para nosotros aparecen como orientadores del debate este año. Esto no significa que no puedan surgir otros que debamos encarar (ferrocarriles por ejemplo). Compañeros este es nuestro aporte a la discusión y al acuerdo para confluir paso a paso en instancias políticas que nos permitan perfilarnos como alternativa en conjunto.

 

Barricada / Febrero 2012

Artículos Relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.